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“El calendario del Inqa”, libro de Iván Ccallo

Este reciente trabajo de investigación del arqueólogo e historiador Iván Ccallo, El calendario del Inqa: la planificación en el Tawantinsuyo, da un nuevo giro al tema magistral, tratado anteriormente por varios distinguidos especialistas: el calendario prehispánico, las observaciones astronómicas y los ciclos de la naturaleza y la vida humana en los Andes. Su aporte más significativo es la comparación entre las prácticas de la época inca y la agricultura tradicional en la actualidad. Iván Ccallo está cursando doctorado en el Programa de Estudios Andinos de la PUCP y es investigador asociado del Centro de Estudios Andinos de la Universidad de Varsovia. En esta entrevista, conducida por el director de Cusco Social Guillermo Román-Flores, el autor nos expone los puntos clave de su investigación.

GRF: Mi primera pregunta es sobre un término quechua, central para tu trabajo, con el que muchos de nuestros lectores tal vez no estén familiarizados: ¿Qué es una sukanka?

IC: Sukanka es una palabra que en la actualidad se oye rara vez. Los diccionarios tempranos y las crónicas de los siglos XVI-XVII nos dicen que se trata de unos lugares sagrados relacionados con los puntos de la puesta del sol en determinadas fechas, donde se construían unos pilares. En el caso del Cusco, esos pilares debían tener un tamaño suficiente para poder ser vistos desde el ushnu ubicado en la plaza de Haukaypata. El nombre sukanka se refería tanto al pilar propiamente dicho como al lugar circundante, que se consideraba una huaca, es decir, un santuario. Por eso hallamos las sukankas en la lista de los seqes del Cusco de Bernabé Cobo. En algunos otros lugares del imperio, las cumbres de los cerros se tomaban como marcadores de salidas y puestas del sol.

GRF: ¿En qué medida la construcción de esas estructuras seguía los hitos naturales del paisaje, tales como afloramientos rocosos?

IC: Cada tipo de construcción obedecía a su propio método y lógica. Por ejemplo, los ushnus no se levantaban sobre afloramientos rocosos, sino en espacios abiertos, desde donde se pudiera tener una lectura limpia del paisaje. Sobre rocas se edificaban algunas otras estructuras de función religiosa.

GRF: ¿Cómo funciona la comparación entre el calendario prehispánico y los datos actuales que brinda el Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego?

IC: Desde hace quinientos años hasta hoy, el escenario climático general en los Andes no ha cambiado mucho. Por lo tanto, el calendario agrícola también se mantiene. La arqueología no brinda muchos datos sobre los ciclos agrícolas, y por eso consideré más pertinente comparar los relatos etnohistóricos con la información estadística del Ministerio de Agricultura sobre el calendario agrícola actual. Resulta que calza perfectamente con lo que decían los cronistas. Incluso las fechas de las fiestas, hoy adaptadas a las festividades católicas, estaban sujetas a ese calendario. Para dar un ejemplo, la fiesta de la Virgen del Carmen está atada a la época de la limpieza de acequias a fines de julio e inicios de agosto, cuando se las prepara para las futuras siembras de maíz en las zonas de los valles. Los momentos de siembras y cosechas de maíz y papa son las mismas hoy que en la época inca, y el mismo calendario sigue vigente en la tradición popular.

GRF: ¿Cuál ha sido la relevancia de los ciclos lunares y las cuatro fases de la luna en el calendario antiguo?

IC: El año agrícola era solar, pero dentro de él se contabilizaban las lunas. Varios investigadores han planteado que existían paralelamente el año solar y el año lunar. Si hacemos el cálculo, el año lunar de doce meses tiene menos días, y por eso su fin no coincide con el fin del año solar. Algunos historiadores, siguiendo los modelos del Viejo Mundo, sugerían que, para cerrar esa brecha, se agregaba un mes más cada dos o tres años. Yo planteo una versión diferente. Si revisamos los documentos coloniales, veremos que en ellos se mencionan con mucha insistencia las cuatro fases de la luna: luna creciente, luna llena, luna menguante y luna nueva. Yo sostengo que los incas empezaban a contabilizar los ciclos lunares desde la primera fase lunar completa contando a partir del inicio del año solar, que era el solsticio de junio. De este modo, tenían doce meses lunares completos dentro del año solar. Quiero decir que no había un año lunar, sino meses lunares dentro del año solar.

Las fases de la luna determinan las fechas de muchas actividades agrícolas, como he demostrado con la información recogida en Chinchero y Vilcabamba. Por ejemplo, la siembra de la papa, para que produzca bien, en muchos lugares se hace dos o tres días después de la luna llena. El calendario agrícola era de conocimiento común, en cada región del impero se conocían a la perfección las fechas de las actividades correspondientes a cada época del año y cada fase lunar.

Como bien sabemos, la crónica de Guaman Poma contiene dos calendarios: el agrícola y el religioso. Las festividades del calendario religioso también estaban asociadas a los meses lunares, cuyas fechas dentro del calendario solar eran movibles. Por ejemplo, el ritual iniciático de Warachikuy se celebraba en la última luna llena antes del solsticio de verano. Esa luna llena algunos años caía en noviembre y otros en diciembre.

GRF: ¿Cuál era la importancia de las lunas llenas?

IC: Incluso hoy tenemos la fiesta de Qoyllur Riti que es la última luna llena antes del solsticio de invierno. A veces toca en mayo y a veces en junio. Dado que las fechas del calendario lunar no son fijas en relación con el año solar, no encajan con precisión en nuestros meses habituales. En el calendario agrícola no se puede guiarse solo por lunas llenas, se deben tomar en cuenta necesariamente las cuatro fases lunares.

GRF: ¿Cómo estuvo la presentación de tu libro en Machu Picchu?

IC: Hubo una buena acogida e intercambio de ideas. Obviamente, surgió la pregunta sobre el rol de Machu Picchu en los cálculos del calendario. Pienso que el lugar tenía funciones tanto rituales como de observación astronómica. Las siembras y las cosechas eran más importantes que las guerras. A menudo las acciones bélicas tenían que detenerse en las épocas de las actividades agrícolas. Se podría decir que la papa era más importante que el Inca. Por eso el calendario cumplía un rol crucial. En cuanto al Machu Picchu, sería interesante conducir mayores mediciones y estudios ahí. Lamentablemente, hoy esa tarea no resulta tan fácil.

GRF: ¿Qué papel tenían los ushnus en las observaciones del cielo?

IC: En mi libro hablo sobre el ushnu de Haukaypata a partir de datos históricos. Los ushnus, en su mayoría, son estructuras de planta cuadrangular, ubicadas en lugares estratégicos con vista panorámica, desde los cuales se podía hacer observaciones astronómicas y que, al mismo tiempo, eran emblemas del poder político. Eran una especie de sello del Imperio Inca.

GRF: ¿Cuánto aportó al calendario inca la cultura wari?

IC: Pienso que entre un diez y un quince por ciento. También hubo una influencia de Tiawanako. Es parte de mi investigación en curso, que rompe algunos esquemas existentes. Todavía no quiero adelantar demasiado al respecto porque está en proceso.

GRF: ¿Qué trabajo de investigación estás desarrollando en este momento?

IC: Como parte de mi estudio de doctorado, estoy trabajando el tema de los ushnus. Ya he tocado este punto en mi libro sobre el calendario, pero aquí lo estoy profundizando con datos arqueológicos. Trazo la relación de los ushnus con la agricultura por un lado y con la vida religiosa por el otro. También me centro en la tecnología arquitectónica inca y en los orígenes de su fina albañilería que todos conocemos. Hay muchos estudios de la cultura andina hechos a través de una mirada externa. Yo propongo una visión desde nuestra propia perspectiva.

GRF: ¿Dónde se puede comprar tu libro El Calendario del Inqa?

IC. En el Cusco se puede encontrarlo en la librería SBS en la avenida Sol y en la librería Genesis de la calle Santa Catalina Angosta. En Lima está en las librerías Estación La Cultura y El Virrey.

GRF: La publicación del libro estuvo a cargo del sello editorial El Lector de Arequipa, ¿correcto?

IC: Sí, actualmente es una de las casas editoriales que más promueve las publicaciones sobre la etnohistoria andina. El profesor Jan Szemiñski ha publicado recientemente algunos trabajos con ellos. El último libro, muy reciente, es Chancas e Inqas, que recomiendo a todos.

GRF: ¿Qué temas transversales consideras importantes para el estudio de las culturas antiguas de los Andes?

IC: Precisamente uno de ellos es la tecnología y el conocimiento. Su manejo es indispensable para un imperio o un Estado en expansión. El Estado debe, en un principio, resolver el problema básico, el del abastecimiento de alimentos y otros recursos a la población, al ejército y al aparato administrativo. Sin ello fracasaría, y para lograr éxito en ese campo, necesita manejar los conocimientos.

Después de la conquista los conocimientos antiguos seguían en uso. Lamentablemente, hoy el Estado peruano y muchos otros actores económicos no los toman en cuenta, lo cual genera grandes problemas. Por eso es de suma importancia seguir investigando sobre la materia y difundiendo los resultados.  

Entrevista y grabación: Guillermo Román-Flores; edición y transcripción: Vera Tyuleneva, para Cusco Social.

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