Durante tres días Cusco fue
epicentro de un importante encuentro de académicos, especialistas en historia, arqueología,
antropología y lingüística, bajo el título: "Muertos vivos, sepulcros,
huacas y política religiosa en los Andes, siglos XV-XVII". Del 10 al 12 de
julio en el Salón Miguel Chani del CBC se presentaron diversas conferencias en
torno del tránsito de la vida a la muerte en la etapa más temprana de la
colonia. Marco Curatola Petrocchi (PUCP) y Gonzalo Lamana (University of
Pittsburgh) prepararon un nutrido programa de reflexiones y debates alrededor
de esos temas.
Cusco Social estuvo
presente en las tres jornadas, y logramos conversar con uno de los organizadores,
el historiador Gonzalo Lamana, acerca de esa reunión y los retos de llevar el
conocimiento histórico a grandes audiencias, tomando en cuenta una amplia
demanda de ese tipo de eventos en la sociedad cusqueña.
Huacas, muertos vivos, momias…
¿Por qué estos conceptos despiertan tan vívidamente la atención de diversos
académicos internacionales especializados en los Andes?
Quienes trabajamos la historia de
esta parte del mundo, intentamos explicar cómo es que se configura la ontología
andina en relación con la occidental. Es decir, cómo se construye esa realidad,
quiénes la integran, con qué normas y códigos. Algunos de los aspectos más
chocantes para los españoles fueron los aspectos relacionados con la
trascendencia de la vida a la muerte. Aquí nos encontramos en un excelente “sitio”
para poder analizar y hacernos preguntas sobre temas importantes que no están
regidos por convencionalismos, que tienen que ver más con un sentido religioso,
si lo vemos desde el occidente. Entonces, al ser un tema tan chocante para los
españoles, tan distinto a lo que ellos entendían, empezaron a escribir al
respecto gastando ríos de tinta, eso determina que haya tantos documentos que
son la materia prima para nuestros estudios.
Los cusqueños tenemos una obsesión por anclar nuestra
identidad en el mundo inca, pero es aún un mundo lleno de misterios. ¿Cuánto ha
avanzado la academia en desentrañarlo?
En algunos casos hemos avanzado
mucho, sobre todo en casos específicos. Por ejemplo, cómo se configura tal
complejo arquitectónico, cómo funciona, para qué y quiénes lo habitaban en
términos de estratos sociales y pertenencias étnicas. En otros aspectos, en
cambio, nos han invadido nuevas hipótesis que dejan una serie de puertas
abiertas, esta situación pone en cuestión algunas verdades que nosotros
creíamos indudables. En los últimos diez o quince años hemos podido reconocer que
sabemos de algo específico, pero que también hay muchos aspectos de los que
conocemos poco a nivel sistémico, y que en muchos casos llegan a ser
contradictorios con lo que sabíamos antes, y como historiadores tenemos que ser
coherentes con lo que nos dice esa evidencia. Eso es lo que yo considero el
trabajo académico honesto: no empezar a inventar sobre los vacíos existentes. Hablamos
de ese trabajo que se cuestiona constantemente y que no siempre encuentra
respuestas concluyentes.
Muchas veces el trabajo
académico riguroso ha terminado por desmantelar ciertos mitos que nos hacían
sentirnos cómodos. ¿Con cuántos de esos casos te encontraste en tu trabajo como
historiador?
Con muchos, y creo también que
hay mitos en lo que la gente piensa sobre la academia, “esas personas que
tienen una sublime vocación por encontrar la verdad”. Yo creo que, cómo en todo
trabajo, hay quienes investigan y proponen, y hay quienes dicen categóricamente
“yo sé y así es”, eso pasa en otras disciplinas y sectores de la vida, no tiene
nada de especial.
Esas categorías absolutas que
algunos proponen me hacen recordar mucho a un pasaje de tu libro “Dominación
sin dominio”, en el que desmitificas la figura de Paullo Inca como un títere de
los españoles. En tu texto nos demuestras que eso no fue así, y que él jugó un
rol importante en aquel periodo. ¿Por qué nos aproximamos a la historia como si
se tratará de barras de futbol?
Cómo seres humanos, hasta cierto
punto nos movemos por pasiones. Necesitamos crear algo que amamos y algo que
detestamos. No es un problema de la historia, es inherente a nuestra condición
de individuos sociales. El problema empieza cuando esas pasiones se entrecruzan
con las realidades que conviven en el cotidiano del Cusco, como el pasado
colonial que está tan presente.
Es algo que mis colegas en otros
países no entienden, el pasado en otras latitudes es algo lejano y se quedó
ahí. En el caso del Perú, nuestro pasado sigue presente en muchos lugares y eso
hace imposible que no se conjuguen esas visiones con las pasiones a las que nos
referimos.
Si vamos a pensar que en el
pasado había un frente indígena unido en contraposición de un frente español
unido, pues estamos en un error. Y nos topamos con el riesgo de que, si alguien
en la academia sale de esos márgenes, está mal y se terminó la conversación.
¿Cómo dialogan antropólogos,
historiadores, arqueólogos y lingüistas con esa mirada retrospectiva, que a su
vez tiene que ser prospectiva por el trabajo que producen?
Tenemos que moderar las formas de
trato, no el diálogo en sí. Existe una serie de desacuerdos, y en estos días lo
has podido comprobar, pero nunca nos llevan a la falta de respeto personal o a
la imposición. En este sentido, la honestidad y la integridad en el trabajo son
lo más importante, y siento que, si seguimos ese curso, estamos haciendo lo correcto.
La integridad tiene su precio,
hay fanatismos detrás de ciertas posiciones, y es un eco irónico del pasado. El
que sale de la línea puede ganar reconocimiento, pero corre también el riesgo
de contradecir al cacique y pagarlo ante su comunidad.
¿Cómo nace la idea de poner al
acceso del público en Cusco este concilio de grandes académicos?
Cuando se me ocurrió la idea de
abrirlo al público, tuve todo el respaldo de mi colega, el profesor Marco
Curatola, él me dijo que me apoyaría en todo lo que se necesite, y quiero
destacar esa apertura y honestidad.
Mi intención fue reunir a un
grupo de profesionales que son muy creativos y honestos, para que vengan y
presenten sus investigaciones, en las que en muchos casos no hay consensos de
unos con otros, pero sí mucha consecuencia en lo que se postula y se piensa.
El objetivo del evento se centró
en generar un espacio en el que los ponentes se sientan cómodos de expresar sus
certezas y sus dudas; y que eso pueda ser expuesto públicamente, con una
discusión por momentos técnica, pero también aterrizada para nuestra audiencia.
Entonces decidimos que el evento esté abierto al público, pero que no haya
transmisión directa, de forma que eso no inhibiera a nuestros ponentes si
quedara grabado. Con Marco decidimos que lo que resulte de ese simposio va a
quedar consignado en un volumen de la colección de Estudios Andinos.
Ayer un grupo de personas
asistentes me increpó de muy buena manera que el resultado debería llegar de forma
didáctica a más personas no necesariamente ligadas al mundo académico. Yo
pienso que es lo correcto, y por eso estamos pensando en algunas formas
creativas de producir materiales de difusión en un lenguaje más coloquial para
todos, sin traicionar la complejidad del debate y sus desacuerdos.
¿Cómo podemos lograr que eso
suceda, que estos debates se amplifiquen a más personas? Me pongo a pensar en
las nuevas tecnologías y las redes sociales, por citar un ejemplo.
Personalmente yo no soy usuario
de redes sociales, así que debes tomar mis respuestas con los debidos reparos.
Mira lo que son las
coincidencias, hace algunos meses publiqué un artículo en Estados Unidos sobre
un momento muy especial del periodo colonial, que tiene que ver con la organización
indígena y su contraproyecto para lo que sería la organización colonial en el
Perú, básicamente entre 1560 y 1561, el artículo se enfoca en todos los
esfuerzos de los españoles por acallar esas ideas. Una compañía norteamericana
que se dedica a generar videos y podcasts se puso en contacto conmigo para
explorar posibilidades de llevar mi artículo a esos formatos. Amablemente
decliné su invitación. Sin embargo, me he reunido con la directora de gestión cultural
del CBC para planificar formas creativas de hacer ese producto dirigido a
audiencias más grandes aquí en el Perú, siempre respetando la rigurosidad del
trabajo académico, y en eso estamos.
Lo que no quisiera que suceda es
que salga cualquier cosa en Tiktok tergiversando una conversación enriquecedora
y un enfoque constructivo de un momento histórico relevante. Los medios no son
una panacea en sí, se pueden convertir en algo positivo, pero eso requiere
trabajo y compromiso. Debemos hacer una autocrítica, ya que en la profesión
histórica esa necesaria difusión del conocimiento no ha sido prioritaria, pero
debo reconocer que actualmente esa tarea viene tomando mayor relevancia.
Gonzalo, quisiera terminar
agradeciendo tu apertura, no solo a este evento, sino a los fascinantes debates
que nos propones en tus libros. Como lector y profesional te doy mis sinceras
gracias.
Creo que, en la tarea de llevar
estos debates y conocimientos a más personas, debemos apoyarnos mutuamente, es
una tarea conjunta, y agradezco tus palabras.
Entrevista y transcripción: Guillermo Román-Flores; Cámara: Alberto Cavassa; edición: Vera Tyuleneva, para Cusco Social.